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Oscar Anzola El General De La Información



A Oscar Anzola sólo le faltó un curso para ser General de la República, pero para los periodistas de Antioquia y Bogotá hace rato tenía tres soles como máximo responsable de la información “oficial” de la Fuerzas Militares.

Treinta años en las fuerzas militares y 22 de ellos en Antioquia hicieron de “Anzola” no solo la más requerida y confiable fuente para los periodistas que cubrían orden público sino para los 15 generales que pasaron por la Cuarta Brigada y la Séptima División del Ejército en Medellín.

Contrario al chiste que cuenta que un personaje nació en determinado ciudad, pero que vivió en otra la mayor parte de su vida y que a su vez las dos ciudades dicen que nació en la otra, Oscar Anzola tiene el privilegio de que tres regiones colombianas reclamen su origen. Nació en Bogotá pero a los seis meses sus padres se lo llevaron a vivir a Arauca y la mayor parte de su vida militar la vivió en Medellín porque como le dijo un alto mando “esa es la ciudad donde a usted lo quieren todos”.

Hoy en Arauca creen que Oscar Anzola nació allá, en Medellín lo declaran paisa de pura cepa y Bogotá lo reclama como su hijo.

“Yo estudié periodismo y empecé a trabajar en Arauca, hasta que el ELN le hizo un atentado a mi jefe y luego aparentemente un dirigente político lo mandó a matar…ahí dejé la radio y me fui para Bogotá, a buscar trabajo”, cuenta sobre su vida como civil antes de ingresar a las Fuerzas Militares.

“Estaba un día leyendo la prensa y vi que en El Espacio el viernes y en El Tiempo y El Espectador el domingo salió un aviso que decía que las Fuerzas Militares necesitaban ingenieros, trabajadores sociales y periodistas. Nos presentamos 600 y de ahí nos llamaron a unos 50 en total. Entré como comunicador en un momento en que la relación era muy fría con los medios y poco cercana”.

Al empezar a destacarse por su cercanía con los medios y su sencillez, sus jefes pensaron en él para que coordinara las comunicaciones de la Cuarta Brigada, en momentos en que Antioquia era la zona más convulsionada del país pues confluían guerrillas del ELN, Farc, EPL, Milicias y las nacientes bandas de narcotraficantes.

“Me tocó llegar en momentos en que el Gobierno decretaba el toque de queda en Medellín y dar la cara a los medios cuando las bombas estallaban cada hora y los asesinatos del cartel de Medellín eran diarios. Luego todo el proceso de la cárcel de la Catedral y la historia completa de Pablo Escobar”, dice el Teniente coronel Oscar Anzola.

Esa cercanía con el poder militar generó que hoy “Anzola” tenga en su cabeza los secretos, desdichas, errores, triunfos y desaciertos de 15 generales del país, otros tantos gobernantes y muchos políticos.

“Recuerdo una vez que llegaron Horacio Serpa y Fernando Botero, como ministros de Gobierno y Defensa a Medellín y me tocó venirme en el carro oficial con ellos desde el aeropuerto de Rionegro. Todo el tiempo hablaron de política y lo que pasaba en el país en ese momento con el proceso 8.000 y cómo le estaba yendo al Gobierno de Ernesto Samper. Y uno ahí oyendo y guardando todas la palabras como un secreto por siempre”.

Esa discreción y confiabilidad fue la que también lo llevó a ser el hombre de confianza de muchos generales, incluso por encima de oficiales que tenían mayor cargo en la Junta de Mando de las guarniciones militares. En la época en que no existían los chats de los celulares ni los mensajes de texto, “Anzola” se hizo popular por los paletitos que les pasaba a sus superiores en ruedas de prensa y actos públicos y contrario a lo que se creyera en ellos no estaban escritos porcentajes de crímenes, capturas, allanamientos o cifras de operativos, sus Generales sabían que allí estaba la frase con la que debía cerrar sus intervenciones públicas.

“Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: …hay un tiempo para nacer, y un tiempo para morir. Un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar….y este es el momento del tiempo de la guerra”, fue una de las frases (extraída y resumida del Eclesiastés) que le entregó al entonces comandante del Ejército Oscar González y que de la mano de Anzola repitió el general Mario Montoya al asumir el comando de las Fuerzas Militares.

No lo dice, pero muchos de los oficiales que estuvieron con él en esa época en la Cuarta Brigada fueron dejados de lado en un filtro muy grande que se establece entre los grados de teniente coronel y general. A lo que se suma que todos los que se fueron estuvieron en el mismo periodo de la Gobernación de Álvaro Uribe Vélez.

La orden de baja y de pasar, como ellos dicen, al “everfit” le llegó a Oscar Anzola cuando la Séptima División del Ejército, hoy al mando de General Jorge Arturo Salgado, y que fue “prácticamente” creada por él y por los empresarios paisas, se convierte en la unidad táctico militar más importante del país al generar el 50 por ciento de todas las capturas, decomisos y operaciones contra el crimen y las guerrillas en Colombia.

El General Salgado, un hombre tan sencillo y cordial como “Anzola” lo despidió con unas palabras que reflejan lo que el saliente teniente coronel representó para el Ejército. “El escudo de armas que usted recibe Oscar es una tradición militar que viene desde épocas romanas como un reconocimiento a hombres que han dejado huella en las unidades militares por donde han pasado. No todos lo reciben y quienes tiene ese privilegio deben entender el honor que ese escudo representa en su vidas”, agregó el alto militar en la ceremonia donde “Anzola” estaba ya de civil.

Además de dejar el uniforme, Oscar Anzola renunciará también a las emisoras de las Fuerzas Armadas y a su participación como atleta militar en las maratones en el país y se convertirá en un civil itinerante por Arauca, Bogotá y Medellín, sus tres patrias chicas.


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