En Arauca la paz cojea sin el Eln
Además de ser uno de los departamentos más ricos en petróleo, tiene la tasa más alta de secuestros y la segunda de homicidios. Comunidad reitera que acuerdo con las Farc será incompleto sin el Eln.
En medio de los fuertes llamados que el país les ha hecho al Estado y al Eln para que se decidan cuanto antes a negociar la paz, la población araucana, polarizada por el conflicto armado que ha azotado con crudeza la región, se unió para insistirles a ambas partes en que pongan punto final a la guerra y para reiterar que una paz firmada con las Farc pero sin el Eln será insuficiente. Los 370 líderes sociales que asistieron al Encuentro Regional para la Paz en Arauca, organizado por la Redprodepaz y la Oficial del Alto Comisionado para la Paz, también pidieron que se desmilitarice el departamento.
En respuesta a estas peticiones, y en medio del escepticismo que la comunidad mostró al avance de los diálogos de Cuba por los recientes ataques guerrilleros, el alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, afirmó que el Gobierno es consciente de que una paz sin el Eln sería incompleta, particularmente en regiones como Arauca y Norte de Santander. Sin embargo sostuvo que no habrá dos procesos. “Es uno solo que va a ocurrir una sola vez y no da más espera para terminar el conflicto, y eso quiere decir sin armas”.
La tarea no es fácil. El Eln es el grupo armado ilegal predominante en Arauca y en los últimos cuatro años ha intensificado sus ataques a la infraestructura petrolera, las extorsiones y los secuestros. Dos de sus frentes más fuertes tienen presencia en el departamento: el Domingo Laín Sáenz y el Efraín Pabón Pabón. Luego de que en 2010 esa guerrilla pactara con las Farc la distribución del territorio araucano y la ofensiva conjunta hacia la Fuerza Pública, la capacidad militar de los subversivos superó a la de los militares, concluye un informe de la Fundación Ideas para la Paz.
Los secuestros y las extorsiones tampoco dan tregua. El año pasado 28 personas estuvieron privadas de la libertad, la tasa más alta por cada 100.000 habitantes del país (10,79). De estos casos, el 71% fue atribuido al Eln, el 21% a la delincuencia común y el 8% a las Farc. El número de extorsiones fue de 64, de los cuales el Eln fue responsable de siete y las Farc de tres.
La riqueza petrolera del territorio araucano, en la que pusieron los ojos grandes multinacionales y jalonó ambiciosos proyectos, como los oleoductos Caño Limón-Coveñas y Bicentenario, se ha convertido en botín de guerra de las guerrillas para financiarse. En el último año el Eln efectuó 37 ataques contra estas estructuras en la región y las Farc tres, de acuerdo con un reporte de la Fundación Paz y Reconciliación.
Esta situación, que tuvo su origen a principios de los años 80, con el primer yacimiento petrolero, trajo consigo la militarización intensa de la zona. Ricardo Sanabria, representante departamental de víctimas de Arauca, denunció que por cada habitante de Arauca hay siete militares para proteger la infraestructura petrolera, lo que ha convertido a la región en un “laboratorio de guerra”.
“Para el Estado sólo somos pozos petroleros y para los grupos ilegales somos sospechosos de cooperar con sus enemigos. No sólo las Farc nos hostigan. También el Eln y las multinacionales”, agregó el activista, exdiputado y exconcejal de Arauca Older Cáceres.
A estos reclamos se suman los de los pobladores, según los cuales la Fuerza Pública se ha vuelto hostil, por lo que ante un eventual posconflicto exigen que hay que depurarlas y cambiarles el chip de la guerra. En la vereda Oasis (Arauquita), por ejemplo, “el Ejército le sigue pidiendo información de la guerrilla a la gente apuntándole con un fusil en la cabeza”, dijo uno de los araucanos.
La prueba de la paz en Arauca es dura. Cerca del 50% de su población (104.000 personas) es víctima de la violencia, según Sanabria, y más allá de acabar con el conflicto con las Farc la ofensiva del Eln sigue teniendo peso en la región. Habrá que sanar las heridas aún abiertas de una comunidad que, a pesar del dolor, anhela la paz y sueña con no sufrir más los estragos de la ira de la guerra.